24 de febr. 2009

México



México es una ciudad de contrastes, densa, bulliciosa, llena de vida.
En cierta manera me recuerda a la populosa ciudad de Delhi: Aromas, colores, ruido... la hacen una ciudad especial.
Una encrucijada de culturas que afloran en un laberinto de imágenes y sensaciones.
El trabajo que vine a desarrollar en esta ciudad americana me permitió disfrutar de algunas experiencias inolvidables que intentaré mostrar en este espacio con la ayuda de algunas imágenes.




Alrededor de la Plaza de Santo Domingo se encuentran multitud de impresores y escribas que ofrecen sus servicios profesionales: desde escribir una carta oficial hasta imprimir tus invitaciones de boda.
Algunos de los puestos de impresión son simples casetas de madera que se despliegan como si se tratara de kioscos. En su interior, una pequeña prensa tipográfica, muestrarios de ejemplos impresos, papel, tintas y cajones con tipos de plomo.
Una buena ocasión para imprimirse una tarjetas de visita personalizadas al gusto mexicano.





Abundan los santos y las iglesias. El sincretismo religioso ha mezclado religiones y creencias en un interesante diálogo que puede observarse en los mercados populares.
Siempre hay lugar para proveerse de un milagro, a buen precio.


El Palacio de Bellas Artes.



Los murales de Diego Rivera pueden contemplarse en las paredes del interior del Palacio Nacional. En ellos se narra visualmente la historia y los acontecimientos del país desde una perspectiva narrativo-simbólica.


La lucha libre es el espectáculo nacional. Los luchadores enmascarados son los héroes de los niños —y algunos no tan niños— que se enfrentan cada domingo por la tarde en la Arena Coliseo.
Disfrutar de una velada familiar en este templo de la lucha es una experiencia que uno no se debe perder. El espectáculo llega a alcanzar el delirio y lo sobrenatural.
Bien seguro que el mundo del cómic ha sido un factor determinante para el éxito de esos caballeros enmascarados, vestigios de las fuerzas imperiales que combatieron en anteriores luchas interplanetarias.







México es una ciudad para cantar y para que te canten. Algunas canciones pueden resultar un verdadero suplicio si el mariachi de marras lleva consigo mismo una sonada sobredosis de tequila. La nocturnidad y la alevosía acompañaron las notas de este desdichado cantautor en algún lugar (que ahora no puedo recordar) cerca de la Plaza de Garibaldi.


La ciudad es toda ella un enjambre de comerciantes ambulantes que llenan de color las calles. Algunos mercadillos como el de Tepito o Lagunilla pueden resultar un tanto arriesgados... pero merece la pena acercarse.


El mercado del Carmen es uno de esos lugares donde el tiempo no pasa. Se puede encontrar toda la gran variedad de productos que se utilizan en la variada cocina mexicana.
Visitar el mercado es una buena manera para entender como es una ciudad. Una manera de conocer a su gente, sus gustos, sus hábitos...
Ver como se muestran los productos, como se exponen... es también una manera de mostrarse a sí mismos.

Las flores de calabaza se utilizan para preparar sabrosos guisos, el tradicional elote, los finos escamoles, la enorme variedad de chiles, el nopal...
La cocina mexicana es de una enorme variedad: degustarla "in situ" es una experiencia que nada tiene que ver con la cocina "tex-mex" que conocemos en Europa.


La enorme variedad de chiles que se utilizan en la gastronomía local es algo que resulta sorprendente. Fui incapaz de distinguirlos: todos me picaban por igual.


Una vendedora corta los nopales a tiras y los prepara en bolsitas. El nopal es el cactus tradicional. Se cocina y se sirve para acompañar las carne de res o algunos pescados, como el róbalo. Tiene un sabor suave y una textura que recuerda la judía tierna.


Las piñatas revolotean en la parte superior de algunos puestos, mezclándose con los colores de las frutas y las hojas del banano.


El pescado se vende en puestos en plena calle. Es en la calle donde el mercado continúa...


Sonora es otro de los mercados emblemáticos de la ciudad. Un paraíso de mágia de todos los colores: podrás comprar calaveras para tus rituales satánicos, polvos mágicos para encontrar trabajo o para sodomizar a tu parienta, sprays atrae dinero rápido, muñecos para practicar vodoo y otros artilugios milagrosos. Ríete de Santa Rita, aquí los milagros se viven a cada paso.
También podrás encontrar las míticas máscaras de Blue Demon y el enmascarado de Plata (El Santo) y hacer realidad tus fantasías más retorcidas.



En los puestos de hierbas medicinales podrás encontrar todo lo necesario para tus dolencias más indomables. No te extrañe que tras intimar amigablemente con algún maestro te acaben ofreciendo algo más que una manzanilla.


Un pequeño fragmento de esta vasta ciudad (de más de 20 millones de habitantes) vista desde lo alto de la Torre Latina.

Cuernavaca



Aunque los días pasaron muy rápido y el trabajo no me permitió tomarme demasiados días libres, aproveché para visitar a mis amigos del estudio Ideograma en Cuernavaca y pasar mi último día en el Carnaval de Tepoztlán.

Tepoztlan



Es Martes de Carnaval. Un día antes de la llegada de la Cuaresma. El pueblo de Tepoztlan está de fiesta.
Puestos ambulantes de comida y tragos, artesanía y ropa. Puestos de fotografías. Atracciones de feria, animales sueltos...
Todos los habitantes se reúnen para celebrarlo. En la plaza del pueblo se baila, se canta y, sobretodo, se bebe.






Los "chinelos" (así se conoce a esos personajes enmascarados y vestidos con ropajes que ridiculizan a los conquistadores españoles) bailan sin parar toda la tarde y hasta bien entrada la noche.
La gente se va uniendo, poco a poco, a la danza, dejándose llevar por en el hipnótico girar alrededor de la plaza.


Un improvisado "castellet"... abanderando a una de las comparsas.




La noche se abre paso, lentamente, dejando atrás un montón de buenos momentos.
Hasta otra, amigos!